Palabras y señales





                                                              

28 de octubre. 6:51, según el reloj de mi móvil sin apenas batería ni cobertura. Hoy la mañana no se ha podido levantar más triste y lluviosa, por eso me he refugiado en esta minúscula y abandonada cabina de teléfono. Lo único que me da luz para escribirte son las pocas farolas de cristal que quedan sin fundir en este sombrío lugar al que por algún error he llegado. Te escribo estas líneas porque de alguna manera, mi conciencia me obliga a ello. Tú mejor que nadie sabes el riesgo que estoy corriendo al llevar a cabo este plan en un día como hoy. Las agujas se me adelantan, así que sólo puedo decirte que en este preciso momento, esa persona a la que llevo años esperando y a la que de pronto temo tanto, acaba de darme la señal con la que partiremos. Y ya me despido. Cuando leas esto quizás sea tarde, pero pásate por casa y cuéntaselo a mi familia, ya que yo no te tenido el valor suficiente. Espero verte pronto, o al menos volver a verte. Cuídate mucho, Ian, al igual que me cuidaré yo.

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